La propuesta fue tentadora: -Chama, ¿por qué no nos vamos a Oporto por unos días? En principio ni lo consideré. La vida de becaria no te da mucha holgura económica, pero ante la insistencia de mi amiga al mes estábamos volando a Portugal.
Llegamos y tan pronto vi la ciudad quedé prendada de ella. Gente simpática, calles amigables, balcones llenos de ropa tendida los cuales inspiran a muchos pintores, ese tranvía que no sé por qué me llenaba de nostalgias y ni qué decir de su muelle.
Frente al mismo río Duero nos tomamos una “caña”, dejamos el vino que lleva su nombre para cuando no estemos tan cerca de él y nos gane la melancolía. Frente al río casi morimos de frío, nos enamoró un mesero, nos tomamos fotos, vimos el atardecer, cenamos y regresamos al hotel haciendo el itinerario del otro día: Vila Nova de Gaia, Catedral De la Sé, Mercado do Bolhao, volver a tomar el tranvía 22 y claro está cenar en la Ribeira. Qué buena decisión fue venir unos días a esta ciudad de la que quedé prendada. Nunca agradecí lo suficiente a mi chama, tendré que hacerlo.
@Viajera Segura/@párateahítours