Necroturismo, la opción de caminar entre los muertos

Cuando mi amigo Luis me llamó en la semana para decirme que daríamos una vuelta por las afueras de Madrid, me puse muy contenta.  Había conocido la Sierra, Alcobendas, San Sebastián de los Reyes, entre otros lugares y vi que Madrid tenía mucho para ofrecer más allá del centro.

Nos encontramos el sábado siguiente en la parada de Moncloa y allí nos apresuramos a tomar un bus que nos dejó en la última parada del barrio El Pardo. Cuando vi que pasábamos esa ciudad tan linda y acogedora -fría por demás- le pregunté qué dónde nos bajaríamos, me dijo con su voz profunda “es una sorpresa”… ¡Sí que lo fue!.

 

Luis sabe que cuando viajo, me gusta ir y conocer los cementerios, sí, así como lees, no te sorprendas. Los cementerios para mí, al igual que los mercados, son un buen reflejo del país o la ciudad donde vas.

Recuerdo exactamente la vez que entré a uno y pensé aquí la gente es enterrada con dignidad, fue en el Cementerio Municipal Santo Tomás de Jánico, Santiago de los Caballeros. Estaba ordenado, limpio, se sentía paz. Tomé fotos y  paré en sepulturas que llamaron mi atención por lo humilde o por lo que decían sus lápidas.

En la playa La Entrada en Cabrera, Nagua, hay un cementerio que cuando lo vimos, bromeamos muchísimo diciendo que ahí los que se habían ido estaban bien, tenían buena vista, estaban frente a frente al mar.

 

Estando en Barcelona convencí a una amiga para que fuéramos al Cementerio de Montjuic. ¿Cómo vamos a estar aquí dos meses  sin visitar ese emblemático cementerio? le dije, nunca pensé que me quedaría corta. No solo es emblemático por las personalidades barcelonesas que hay allí enterradas, sino por  los diferentes estilos en sepulturas y panteones. 

 

Las tumbas gitanas me llamaron poderosamente la atención, ya que suelen adornarlas con muchas flores plásticas que destacan por su colorido y brillo; otras son más estrafalarias, colocan la estatua de cuerpo entero de la persona que murió y a su alrededor las cosas que le gustaban.

Tuve la oportunidad e ir al Cementerio Nacional de Arlington en Washington y allí comprobé que las películas no exageran nada, es tan regio, o más, que como lo presentan. El aire militar también le da imponencia y respeto.

 

Caminé de arriba abajo el Cementerio de La Recoleta en Buenos Aires, buscando afanosamente la tumba de Oliverio Girondo, poeta argentino del que gusto, pero no la encontré. Muy por el contrario a la tumba de Eva Perón donde se llega rápido y fácil, te guían todas las personas que ves a su alrededor.

 

Actualmente hay gente que en sus paseos turísticos colocan la visita a algún cementerio y es lo que se ha denominado necroturismo. ¿Quién que vaya a La Habana no quiere conocer la Necrópolis de Colón? Solo la puerta de este cementerio ha estado en películas filmadas en ese país y es que ese camposanto está considerado como todo un museo. Pero… ¿cómo ir a París y no llegar a Montmartre? Este es un gran atractivo de la ciudad por su gran valor artístico, histórico y cultural.

Para terminar por donde empecé, les cuento que ya en el Cementerio de El Pardo me encontré frente a la Virgen de La Altagracia, nada más y nada menos que en el mausoleo en mármol negro que está a pocos metros de la entrada y que dice “Familia Trujillo”. Me volteé a ver a mi amigo Luis, él encogido de hombros en un silencioso “lo siento” me confirmó que ahí yacen los restos del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo Molina.

En fin, cada quien con su gusto y preferencia, yo lo hago y motivo a la gente que viaja para que se anime a hacer necroturismo, más allá de lo mágico o lo religioso, por cultura general…y es que también por esto vale la pena viajar.

@Viajera Segura/@párateahítours