En junio de 2004 regresaba a mi casa después de dos meses en un curso socio teológico pastoral en el Departamento Ecuménico de Investigación (DEI) en San José, Costa Rica. Allí estuve con casi 40 personas de 14 países diferentes donde aprendí a compartir espacio, saberes, diferencias, compromisos, sueños y esperanza.
Al poco tiempo de llegar a República Dominicana una amiga me dijo que parecía deprimida, ya que solo quería estar acostada, sin ánimo de nada, con un deseo irreprimible de volver a las calles de Sabanilla en San José, con aquella gente, entre risas y complicidad construida a base del cariño que nos tomamos.
Fue años después que me enteré, que sí suele haber una depresión después de las vacaciones cuyos síntomas pueden ser: bajo estado de ánimo, falta de energía, acompañada de hastío, sensación de no adaptación al entorno o al lugar de trabajo o estudio y ansiedad, entre otros.
Si bien no estaba totalmente de vacaciones, sí había hecho un alto en mi rutina diaria y laboral para irme, por primera vez, a conocer otra cultura y lugares, por lo que el regreso fue duro para mí. Estaba en una mezcla de tristeza y apatía.
Según encuesta realizada a más de 1500 personas, por TripAvisor, una de las plataformas de viaje más grandes del mundo, el 58% de las personas que se van de vacaciones sienten tristeza después de éstas y un 44% padece bajo estado de ánimo cuando regresan.
Lourdes Pérez, sicóloga clínica y terapeuta familiar, nos dice que hacer un viaje de vacaciones puede producir al retorno, pesimismo, desesperanza, sensaciones de melancolía e incluso tristeza profunda. Si el contexto es mas difícil aún, como el de poner distancia a alguna situación dura de nuestras vidas, puede que haya un desfase cuando se regresa.
La sicóloga Pérez, también asegura que la búsqueda de distancia para pensar, descansar y tener sosiego es una buena decisión, pero que en sí mismas las vacaciones no son una solución de lo que hemos dejado atrás.
Entonces la pregunta es ¿cómo combatir esta depresión que parece ser una implacable realidad? Aquí les diré lo que me ha servido a mí para no volver a padecerla y, muy por el contrario, seguir disfrutando de las vacaciones aun cuando hayan terminado.
Recordar el sentido de estar de vacaciones
Cuando pienso que así podría estar, ¡de vacaciones toda la vida!, recuerdo que si así fuese pronto llegaría a aburrirme y perdería sentido y emoción tener ese momento de descanso, distensión y aventura que da el estar libre unos días.

Deshacer equipaje de una vez
Disponerme a vaciar maleta y/o mochila desde que llego de un viaje, logra que ponga fin a ese ciclo y que me organice para lo próximo.
Descanso después del “descanso”
Llegar de viajes y reintegrarme de una vez al trabajo, me da la sensación de que… ¿realmente estuve de vacaciones? Tomarme unos días de descanso antes de entrar a las labores o a la rutina hace que baje el “switch” y que sintonice con mi entorno, mis recuerdos de viaje y mis proyectos futuros. Luego vuelvo a subir el “switch” y que venga todo lo que me depara el día a día.
Planear el próximo viaje.
Puede que te cause risa, pero sí, hacer planes para el próximo viaje te da para pensar y seguir con la emoción- y la esperanza- de que hay una “próxima vez” después del “ya se terminó”.
Vivir el aquí y el ahora.
Si estoy en casa, me disfruto mi casa; si estoy en el trabajo, me gozo mi trabajo; si estoy de vacaciones, vivo al máximo mis vacaciones. Disfruto lo que hago aquí y ahora, pues puede que se escapen momentos buenos e irrepetibles por estar entre añoranzas y nostalgias.
Si ya han terminado tus días de descanso y diversión y se avecinan unos días de trabajo y rutina, prueba poner en práctica algunos de estos tips y luego coméntanos qué tal te fue y si añadirías otro más a la lista.
Si asumiendo estos consejos la tristeza y la melancolía no pasan, sino que ahondan, te exhortamos consultar a un profesional de la conducta.